martes, 12 de enero de 2010

16-Guangzhou y el Cantón


Se acercaba el fin de mi primer mes de visado y por tanto la hora de salir del país. Así que por poco más de 50 euros un vuelo interno me acerca a Guangzhou, la capital de la provincia del Cantón, situada a tiro de piedra de Hong Kong, territorio aun internacional.

Ubicada en la costa sur del país, la ciudad goza de unas agradables inviernos a unos 17-20 grados, unos treinta de diferencia con la intensa nevada de Pekín. Al llegar, ya me he quitado las medias bajo los pantalones y uno de mis polares. Por las calles voy pegando saltos de alegría y me he saltado el invierno.
Con sus más de 6 millones de habitantes, la ciudad de los 5 genios ofrece una apariencia muy moderna y menos artificial que sus vecinas Hong Kong y Macao. Históricamente, estuvo también involucrada en el comercio del opio. La antigua concesión franco-británica de la isla de Shamian, con sus edificios coloniales lo atestigua. Hoy en día su importante localización geográfica hace de ella un importante centro de exportación y la han convertido en una ciudad dinámica y muy animada.

Cruzamos el ferry desde hacia el centro para echar un vistazo al mercado de marisco. A la venta, los grandes clásicas y además toda una desconocida fauna marina, desde los invertebrados más exóticos hasta los reptiles más feroces, todos seguramente deliciosos. La mayoría de los mercaderes ocupados en sus tareas de carga y descarga, pelando gusanos, abriendo ostras, degollando dragones de komodo o jugando animadas partidas de cartas. El ritmo de su día a día es frenético y el lugar parece no descansar ni por la noche.

Para cambiar de barrio me veo obligado a cruzar un largo puente. En la ciudad predomina el gusto por el modelo urbano del escalestric -tan popular en el Madrid de hace unas décadas-. Dos o tres niveles de carreteras sobre las amplias avenidas. Sobre el puente, una mujer indígena corta con una sierra las uñas de una pata de tigre. Mezcla simbólica de lo urbano y lo rural.

Al otro lado, un autentico barrio cantones, de lo más parecido a Vietnam. Un montón de callejuelas estrechas con gente vendiendo productos indescriptibles a caballo entre la alimentación y el uso terapéutico. Bicicletas cargadas de paquetes, mini restaurantes cutres y pequeños comercios. Los dueños, más acostumbrados a la vida de calle que en el norte, pasan el día en su tumbona repasando facturas, comiendo fideos, tomando té o charlando con sus vecinos. Arriba, tras las estrechas casas de dos plantas se construyen sin piedad dos gigantescos rascacielos, a los que seguirán otros dos y probablemente varios mas...

Tras callejear un poco, me encuentro con Xia Jiu Lu, una calle peatonal repleta de comercios y restaurantes. En un puesto, un hombre prepara brochetas de escarabajos asados. Al percatarse de mi curiosidad, me ofrece un escorpión. Acabo de comer unos fideos, pero por una vez en la vida... La textura recuerda a la de la gamba asada pero sin la carne, de sabor no está nada mal. El hombre me ofrece ahora una tarántula, pero por hoy es suficiente así que me despido y escapo.

La tarde termina en el parque Yuexiu, un gigantesco pulmón en una zona céntrica de la ciudad. Personas de todas las edades, especialmente los mayores vienen a ejercitarse diariamente en sus colinas. Grupos de personas realizan series de movimientos de Taichi, juegan a la indiana, al pingpong o al básquet al son de la relajante flauta del hilo musical.

Por las noches elijo cenar en un pequeño puesto situado en una calle cercana al hostal. Se asan todo tipo de brochetas, verduras asadas y además conchas, ostras y mejillones a la plancha, todos a 0.2 euros/pieza.

Hasta que llega la hora de partir hacia las montanas del norte del Guanxi. Mi bus nocturno sale a las 19.30, las camas del interior son algo estrechas, pero se consigue dormir pese al balanceo del vehículo...

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