martes, 6 de abril de 2010

22- A las seis de la tarde

Pekín centrico, 17'47h, temperatura: camiseta de manga larga.

Un grupo de niños se divierte escalando un montón de arena, jugando a tirársela al cuerpo o a rebozarse en ella. El montón de arena pertenece a la obra de una casa que se está reconstruyendo. En este barrio las casas siempre se están reconstruyendo.

Las calles son estrechas, a veces estrechísimas, por lo que el medio de transporte más efectivo es la bicicleta o la moto eléctrica. La mayoría de ellas siguen los puntos cardinales y desembocan o cruzan alguna de las grandes y ruidosas arterias de la ciudad. Sin embargo, tras haberse adentrado unos pocos metros, el tiempo se detiene y ya no se oye sino el paso lento de los caminantes, el suave zumbido de las motos eléctricas, o la llamada de los recicladores de plástico, recogedores de basura o vendedores de fruta.

Las casas rara vez exceden la planta baja. En su mayoría deben ser bastante estrechas y humildes. Son de color gris cemento con excepción de la puerta, habitualmente roja con motivos tradicionales. Se encuentran en el corazón de Pekín, ocupando la zona que se encuentra en el interior del segundo anillo de circunvalación. Salvo las avenidas, plazas y lagos céntricos, la población vive mayoritariamente en esas callejuelas estrechas que se conocidas como Hutongs.

Al otro lado del anillo, las grandes torres, enseñan sus dientes, cada vez mas afilados. Es el otro Pekín, el de los negocios, el consumo, el lujo... una criatura hambrienta y despiadada.

En casi cada hutong hay un baño público. Por norma general, los inodoros no están separados por paredes y no es raro toparse con tres o cuatro personas charlando de cuclillas, mientras hacen sus necesidades. La situación no compone una imagen agradable a la vista -ni al olfato-, pero no deja de ser peculiar y significativa. Es el reflejo de una organización social que se inició en el año nosecuantos bajo el reino de nosequé emperador, un puñado de dinastías atrás.

Ya son las seis de la tarde y es la hora del ejercicio físico. Una buena cantidad de personas se asoman a la calle para ejercitar los músculos, en función de sus capacidades. En este continente, los viejos se hacen menos viejos que en otra parte......supongo que porque rara vez han fallado a la cita diaria. Mientras un grupo de mujeres mayores repite los pasos de una coreografía sobre una música Dance revolucionada, un hombre de cuerpo fibrado se acaba de tirar a las -aún frías- aguas del lago Houhai para dar unas brazadas. Un corro de cincuentañeros agradiados juega a que no se caiga la indiaca, al mismo tiempo que una pareja de jóvenes juega al badminton y que un grupo de viejos ejercita su cerebro sobre el gran tablero de ajedrez chino. En la mirada de cada uno persiste un toque juvenil, inocente, perenne.

A las seis de la tarde todos luchan contra el paso del tiempo y por lo que parece le ganan la partida. Esperemos que los Hutongs sepan defenderse de las excavadoras igual de bien que lo hacen sus habitantes ante el irreparable paso del tiempo...

martes, 30 de marzo de 2010

21- Obras sinóicas


Después de meses de cielos grises y bajas temperaturas parece que el invierno se empieza a rendir. Aún no ha florecido ningún cerezo, ni nadie estornuda de alergia al polen, pero los lagos y estanques por fin se han descongelado. Las temperaturas, ahora más clementes han hecho que la ciudad entera salga a la calle y ofrezca su faceta más alegre y acogedora.







Así que cuando uno se levanta por la mañana un sábado o domingo, y los rayos de sol le azotan la cara al abrir las cortinas, lo único que apetece es ir a un parquecito a hacer como que la primavera ya ha llegado. Y como no faltan parquecitos y laguitos en esta inmensa urbe que nunca se termina de visitar, empuño mi cámara de fotos, me pongo el disfraz de turista (con mapa incluido) y me voy a gastar suela por donde se tercie. Estos últimos días le ha tocado a los lagos de Houhai, el palacio de verano, y la gran Opera de Pekin (el Ncpa).














En esta época del año también son algo frecuentes las tormentas de arena, como la del sábado pasado. Las fotos de la prensa muestran a gente paseando por las calles con bolsas de plástico sobre la cabeza, bajo cielos amarillentos, algo apoteósicos. Las miradas se dirigen hacia el desierto de Gobi que, situado a poco más de 150 kilómetros de Pekín, envía de manera intermitente avisos en forma de nubes de polvo amarillo hacia todas direcciones. Y es que a la velocidad a la que se extiende el 5º desierto del mundo por extensión, se calcula que en unos 100 años habría absorbido por completo la ciudad. De hecho, la amenaza se toma tan en serio que el país esta construyendo una enorme muralla de árboles y hierba de 700 kilómetros de largo con el fin "según fuentes oficiales" de frenar el avance, la llamada Gran Muralla Verde

Entre las presas, las murallas, las murallas verdes, los firewalls, los puentes, las ciudades y todo las demás megaconstrucciones que lleva a cabo este país, dentro de algunos años ya no se hablará de obras faraónicas, sino de obras sinóicas, chinóicas o como más os guste...





lunes, 1 de marzo de 2010

20- Vuelve la nieve






















Hace justo una semana, al poder disfrutar de una tarde sin abrigos ni bufandas, era razonable suponer que el invierno por fín había terminado. Pero aunque Pekín este situada casi en la misma latitud que Madrid, sólo unas pocas horas de tren la separan de Siberia.

De modo que han vuelto a brotar como champiñones, las bufandas, guantes, y toda la gama de gorros extravagantes que se exhiben por la ciudad, desde los cubre-orejas gigantescos, hasta los gorros con cabeza de panda o de pantera rosa, pasando por los abrigos color verde militar, estilo Mao Ze Dong.

Día gris, idóneo para tomar fotos en blanco y negro, sentarse tranquilamente en un café y mirar tranquilamente por la ventana, con las manos alrededor de una taza caliente de té de jazmín.

Un terromoto por aquí, una tormenta por allá, un tsunami no se dónde, una nevada inesperada... De una forma o de otra, este fin de semana la naturaleza a vuelto a hablar, y lo ha hecho con firmeza.



jueves, 18 de febrero de 2010

19- Noche vieja china

21'20h, 13 de febrero, día en que este año se celebra la noche vieja local. Norte de China, ciudad de Shenyang, para variar 8 millones de habitantes, -10 grados de temperatura, niebla y calles vacías.

Ráfagas de petardos resuenan aquí y allá a modo de batalla campal. De vez en cuando, alguna palmera de pólvora se asoma en el cielo, tras los edificios de la nueva era. Al bajar de nuevo la mirada, se observan las ventanas de los hogares adornadas cada una de un gran farol rojo. Más abajo, no hay ni un gato por las calles. Sólo los puestos de venta de petardos y los valientes vendedores, cubiertos de ropas hasta el cogote, resistiendo nadie sabe como los caprichos de un invierno que parece no terminar nunca.

En cada hogar, una familia, de las reducidas. Mamá, papá y su hijo o hija, generalmente no hay más de uno. A veces, algún invitado de un país extranjero recibe gran parte de la atención, mientras mira y escucha con una mezcla de curiosidad y timidez. Al entrar mama le da la bienvenida y le ofrece un calzado cómodo para estar por casa. Pero su gran extremidad de nadador occidental a penas cabe en el delicado zapato. ¿Qué mejor que esa escena para romper el hielo? Mientras tanto, papa está preparando la cena pero se acerca a saludar de forma simpática y vuelve "a sus ovejas".

El apartamento es pequeño y acogedor. No hay absolutamente ningún indicio de abundancia pero tampoco falta de nada. Hay un dormitorio doble amplio, al lado de la puerta, un pequeño espacio delimitado por armarios y biombos a modo de cuarto de invitados. En el salón hay un sofá, una mesita y un mueble para el televisor Samsung de plasma y tropecientas pulgadas. A la derecha, un ordenador con internet, que tanto mamá como papá saben utilizar a sus 50 y pico años. En la cocina, un solo hornillo de gas para varias sartenes, además de un fregadero, unos armarios, unos botes de especias, etc. En el baño, por suerte, el inodoro es de tipo sentado. El tamaño es algo más reducido que de costumbre, tanto de alto como de ancho, y el anillo está recubierto de una tela rosa que evita congelarse el trasero en invierno. La ducha esta justo al lado, integrada en el cuarto de baño, como es la costumbre por este rincón del mundo. En el techo, sobre el pomo, hay 4 lámparas potentes, que iluminan pero sobre todo calientan y secan eficazmente el cuerpo aún mojado.

Mamá ya ha colocado al invitado sobre el sofá. En la tele, los Martes y trece de turno desatan las carcajadas de cientos de millones de personas, en la gala televisiva de año nuevo. Los ordenadores, billetes de cualquier tipo y carteles marcan el mes de febrero del año 2010, pero la verdadera noche vieja es hoy. Sobre la mesa del salón, cestas rellenas de pipas de girasol, de calabaza y de melón así como unos dulces parecidos al turrón, nueces y almendras. En la ventana, por supuesto, el farolillo rojo tradicional....

Papá ha terminado de preparar la cena; "Chi fan le!" (¡A comer!). La mesa decorada con platos de todo tipo. Son casi las once y hay que tragarse la primera tanda de comida. Porque tras respirar un poco y hacer espacio en el estómago, empieza la segunda. Un poco antes de la medianoche según la tradición, se comen los jiaozi (dumplings), unos grandes raviolis rellenos de carne y verdura, cocinados al vapor. Menos mal que papá no bebe baijiu, el famoso licor de arroz. De no ser así, el pobre invitado estaría ya arrastrándose por el suelo, después de haber bebido una pila de chupitos de trago, al brindis de gān bēi (http://www.davidborras.net/2009/11/08/%E5%B9%B2%E6%9D%AF-ga%CC%84n-be%CC%84i-el-brindis-chino/). Dicho alcohol, de graduación desconocida, es muy apreciado por la población local, y sería descortés no corresponder.

Mamá nos invita a ver los fuegos artificiales desde su habitación. ¿También hay fuegos en tu país? Y arranca otra conversación, no sin intérprete, sobre las diferencias y semejanzas entre un país y otro. Desde mi experiencia, creo que nos parecemos más de lo que nos distinguimos....Excepto que, cuando miramos el reloj, son ya las doce pasadas. El momento de las uvas no existe, ni tampoco parece importante esa frontera entre un segundo y otro. En esta casa año nuevo es un estado de ánimo, una familia reunida después de 5 meses, una cena, unos colores, unos sonidos y una puerta por la que asoma cada año un animal diferente.

Se hacen las dos de la mañana y shushu (papá) tiene que madrugar para ir al trabajo, En teoría esta ya jubilado, pero eligió seguir echando horas como vigilante y se levanta a las 6h. Así que como dice un buen amigo mío en el mejor de los tonos posibles, ¡todo el mundo a su puta cama!
Y por supuesto, ¡Feliz año del tigre! Xin nian kuai le!

domingo, 24 de enero de 2010

18- Yangshuo, el final de la escapada



4'45 de la mañana, nadie por las calles, el bus nocturno me suelta en la desértica estación de autobuses para seguir su camino hasta la ciudad de Guilin. Aún entre sueño y vigilia, observo que un comité de recepción espera sigilosamente la llegada del bus, para dar una calurosa bienvenida a los viajeros, y asegurarse que no les falte de nada.

Entre dicho comité, un tal Bob me dice ser el manager de uno de los dos hostales internacionales de la ciudad y después de leer los comentarios favorables en mi guía, le sigo y me alquilo una habitación. Tardare unas 24 horas en darme cuenta que el hotel era falso (aunque tuviera el sello oficial de Hostelling Internacional) y de que estaba situado en una zona algo dudosa de la ciudad. Una calle repleta de peluquerías y de hoteles chinos. En cada local, un gran equipo de peluqueras, que charlan pacientemente bajo los neones rosas hasta las horas más recónditas de la madrugada. En los demás hoteles chinos no entro, pero estoy seguro de que las habitaciones pueden alquilarse por porciones de tiempo muy flexibles.

Aprovechando la singularidad de su paisaje, la ciudad se ha convertido en uno de los focos turísticos del sur de China. Por sus calles, una oferta interminable de restaurantes, cafés, tiendas de souvenirs y lugares de ocio. Incluso en temporada baja, una masa considerable de turistas mayoritariamente chinos, pasean, sin rumbo fijo, por Xijie Lu, la calle peatonal principal.

Ya me he cambiado de residencia, ahora alquilo una habitación doble en un hotel mucho más acogedor y céntrico, con un compañero francés. Por el día, alquilamos un par de motos y nos perdemos por los campos, Cualquier camino pasa por paisajes bellos, montanas puntiagudas, campos de arroz, o poblados auténticos. En el campo, la gente es extremadamente amable y nos saluda siempre con una gran sonrisa.

Por las tardes, soy profesor voluntario de inglés en la Xijie School. A cambio, puedo recibir alojamiento y comida gratis, pero por una semana no es necesario. En el aula, una veintena de alumnos procedentes de todas partes del país, dando lo mejor de sí mismos, empeñados en aprender lo antes posible. Saben que por esta ciudad hay muchos extranjeros y que por tanto existen muchas opciones de practicar y progresar más rápidamente. Así que por las mañanas asisten a clases de gramática, y si lo desean pueden también asistir por la tarde a la clase de conversación.

Por la noche, nos encontramos con Lital, nuestra nueva amiga israelí. Juntos hemos inventado un nuevo pasatiempo, se llama "abordaje de karaokes locales". Un karaoke chino se alquila por habitaciones y por horas. Una vez el cuarto alquilado, el grupo de clientes tiene a su entera disposición, el karaoke y los micros así como la bebida. Se sientan cómodamente en el sofá y pasan la noche cantando, jugando a los dados, charlando, comiendo fruta o bebiendo. Junto con Lital, nos basta con acudir a la hora propicia, abrir cualquier puerta y saludar con una gran sonrisa. Entonces nos invitan a pasar y nos sentamos tímidamente hasta que nos proponen cantar una canción, ahí empieza la fiesta. Si un grupo se marcha, se busca otra habitación y se repite la misma maniobra, Ellos están encantados con acogernos y nosotros correspondemos en medida de lo posible, invitándoles a bebida o cantando de nuestra mejor voz.

Hasta que llegan las 5 de la mañana de la noche del viernes y decido cancelar mi viaje por las zonas de Yunnan y este de Birmania para regresar a Pekín. Tengo tiempo para apuntarme a una academia, sacarme un visado de estudiante y aprender chino durante todo el invierno. Dicho y hecho, en 30 minutos, he comprado mi billete a la capital y estoy haciendo mi mochila, ¡siempre habrá tiempo para volver!

martes, 12 de enero de 2010

17- Un día en Hong Kong

Hoy arrancamos motores a las 6.30 de la mañana. Por las calles de Guangzhou temperatura agradable, la ciudad despierta envuelta aun en una sabana de niebla.

Tras dos horas de trayecto, de nuevo una macro frontera. 10 o 15 colas de centenares de personas, y cuando por fin llega mi turno, la cara del policía me indica que algo pasa. Se acerca un superior y me explica que me he pasado de un día la fecha límite del visado. Por esta vez, basta con firmar el aviso pero a la siguiente me juego la tarjeta roja. Mi error, considerar que los 30 días de permiso equivalían a un mes, pero diciembre tenía 31!

Un par de cabezadas más y el autobús ya está recorriendo las ruidosas avenidas de la península de Kowloon. La península se incorporo a la ciudad en 1860, durante la segunda guerra del opio. Por su extremo sur, en el barrio de Tsim Sha Tsui, se encuentra el mejor mirador de la ciudad. En primer plano el embarcadero del ferry que une constantemente isla con península. Al otro lado de la bahía, la isla de Hong Kong con su imponente y sobrecargado skyline. Tras las torres futuristas, una serie de verdes montanas empinadas acaban de adornar el panorama.

De nuevo las fotos de rigor, mientras pienso en cómo ha cambiado mi percepción de la ciudad con respecto a la primera vez que vine. Hong Kong era entonces la primera ciudad asiática que visitaba, sin más referencias, y representaba sobre todo la modernidad y el desarrollo asiáticos. Sin embargo, tras pasar por Haerbin, Pekín y Guangzhou, Hong Kong podría compararse con....Andorra? Cada milímetro cuadrado de espacio esta aprovechado al máximo para un fin comercial. La ciudad respira un constante flujo de dinero y al caminar los billetes se caen de los bolsillos. El Hong Kong Dollar tiene un valor algo inferior al del yuan chino, pero los precios duplican y triplican a los del país vecino. Pero como solo es un día, lo planteo como una visita a un parque temático, me subo al ferry y me preparo para el abordaje.

La isla es aun más estrecha que la península, (10 x 5 km) y ello se refleja en las construcciones puesto que la ciudad crece hacia arriba, y en las infraestructuras. Muchas avenidas no tienen aceras, los peatones circulan por una serie de galerías elevadas a unas 4 plantas por encima del nivel de la ciudad. El complicado circuito de pasillos demuestra que aquí, la distancia más corta entre dos puntos no es ni mucho menos la recta, sino una curva con visita obligatoria por un par de centros comerciales. Por ellos circula una proporción notable de occidentales no turistas y de hongkongueses, en su mayoría vestidos por las mejores marcas de moda y perfumados de las fragancias mas embriagadoras.

Al cruzarme con un tranvía negro, no me lo pienso dos veces y me subo a la segunda planta. Se dirige hacia el este de la isla, por avenidas llenas de gente, carteles publicitarios y comercios, un autentico paraíso del consumo. Cuando empiezo a aburrirme, me bajo y regreso a pie. Los vehículos circulan a gran velocidad por las calles que están libres de peatones, le temps c'est de l'argent...

Y como viajero camaleónico que soy, opto por regresar en metro hacia Kowloon, para gastar mis HKdolares en el mercado de noche de Temple Street. A la hora de negociar izo la bandera española hasta lo más alto del mástil, para poder regatear desde una posición más ventajosa. La cosa suele funcionar y por poco dinero me compro una pequeña brújula y una riñonera donde guardar el pasaporte y las tarjetas.

La caída del sol me recuerda que mi bus de vuelta es dentro de 35 minutos y que aun tengo que recorrer a pie dos paradas de metro y localizar la oficina de la china travel. Pero mis planes no contemplaban la opción de que hubiera dos oficinas. Por supuesto -gracias Murphy- me dirigí a la que no era en primer lugar, lo que me sirvió para despedir la ciudad con un maratónico jogging urbano, en el que peatones y vehículos se empeñaban en hacerme perder mi transporte. Finalmente, tras subir a dos autobuses de rumbo desconocido, encuentro el bueno a pocos segundos de arrancar, y respiro de nuevo mientras me despido de los rascacielos.

Ya tengo lo que quería, mi visado chino renovado para otros 30 días. De recuerdo me quedo con la agradable sensación de la salida del sol y el poder pasear por primera vez en meses en camiseta de manga corta, todo un lujo después de los últimos -17 grados de Pekín.

16-Guangzhou y el Cantón


Se acercaba el fin de mi primer mes de visado y por tanto la hora de salir del país. Así que por poco más de 50 euros un vuelo interno me acerca a Guangzhou, la capital de la provincia del Cantón, situada a tiro de piedra de Hong Kong, territorio aun internacional.

Ubicada en la costa sur del país, la ciudad goza de unas agradables inviernos a unos 17-20 grados, unos treinta de diferencia con la intensa nevada de Pekín. Al llegar, ya me he quitado las medias bajo los pantalones y uno de mis polares. Por las calles voy pegando saltos de alegría y me he saltado el invierno.
Con sus más de 6 millones de habitantes, la ciudad de los 5 genios ofrece una apariencia muy moderna y menos artificial que sus vecinas Hong Kong y Macao. Históricamente, estuvo también involucrada en el comercio del opio. La antigua concesión franco-británica de la isla de Shamian, con sus edificios coloniales lo atestigua. Hoy en día su importante localización geográfica hace de ella un importante centro de exportación y la han convertido en una ciudad dinámica y muy animada.

Cruzamos el ferry desde hacia el centro para echar un vistazo al mercado de marisco. A la venta, los grandes clásicas y además toda una desconocida fauna marina, desde los invertebrados más exóticos hasta los reptiles más feroces, todos seguramente deliciosos. La mayoría de los mercaderes ocupados en sus tareas de carga y descarga, pelando gusanos, abriendo ostras, degollando dragones de komodo o jugando animadas partidas de cartas. El ritmo de su día a día es frenético y el lugar parece no descansar ni por la noche.

Para cambiar de barrio me veo obligado a cruzar un largo puente. En la ciudad predomina el gusto por el modelo urbano del escalestric -tan popular en el Madrid de hace unas décadas-. Dos o tres niveles de carreteras sobre las amplias avenidas. Sobre el puente, una mujer indígena corta con una sierra las uñas de una pata de tigre. Mezcla simbólica de lo urbano y lo rural.

Al otro lado, un autentico barrio cantones, de lo más parecido a Vietnam. Un montón de callejuelas estrechas con gente vendiendo productos indescriptibles a caballo entre la alimentación y el uso terapéutico. Bicicletas cargadas de paquetes, mini restaurantes cutres y pequeños comercios. Los dueños, más acostumbrados a la vida de calle que en el norte, pasan el día en su tumbona repasando facturas, comiendo fideos, tomando té o charlando con sus vecinos. Arriba, tras las estrechas casas de dos plantas se construyen sin piedad dos gigantescos rascacielos, a los que seguirán otros dos y probablemente varios mas...

Tras callejear un poco, me encuentro con Xia Jiu Lu, una calle peatonal repleta de comercios y restaurantes. En un puesto, un hombre prepara brochetas de escarabajos asados. Al percatarse de mi curiosidad, me ofrece un escorpión. Acabo de comer unos fideos, pero por una vez en la vida... La textura recuerda a la de la gamba asada pero sin la carne, de sabor no está nada mal. El hombre me ofrece ahora una tarántula, pero por hoy es suficiente así que me despido y escapo.

La tarde termina en el parque Yuexiu, un gigantesco pulmón en una zona céntrica de la ciudad. Personas de todas las edades, especialmente los mayores vienen a ejercitarse diariamente en sus colinas. Grupos de personas realizan series de movimientos de Taichi, juegan a la indiana, al pingpong o al básquet al son de la relajante flauta del hilo musical.

Por las noches elijo cenar en un pequeño puesto situado en una calle cercana al hostal. Se asan todo tipo de brochetas, verduras asadas y además conchas, ostras y mejillones a la plancha, todos a 0.2 euros/pieza.

Hasta que llega la hora de partir hacia las montanas del norte del Guanxi. Mi bus nocturno sale a las 19.30, las camas del interior son algo estrechas, pero se consigue dormir pese al balanceo del vehículo...