martes, 22 de diciembre de 2009

15- Beijing, un pasito mas adentro

21/12 día 9, tiempo soleado, temperatura -4 grados. Creo que esta vez hace más frío en muchos lugares de Europa...

Día tras día se va rellenando poco a poco el gran interrogante detrás del cual se escondía la ciudad. Las fotos y las imágenes mentales, fruto de comentarios de otras experiencias, de frases o historias escuchadas aquí y allá, van convirtiéndose en lugares reales como avenidas, plazas, templos, casas, cafés, pistas de baile, caras, nombres, etc. La mente humana, dotada de una incansable capacidad de adaptación, pasa su tiempo escaneando puntos e ideas, estableciendo referencias entre ellos y tejiendo minuto a minuto una red a la que agarrarse si lo necesita. De tal forma que un lugar que se visita por primera vez puede resultar novedoso, desconocido o incomodo, y pasar a ser de lo más familiar desde la segunda vez.

A una hora en bus hacia el noroeste se encuentra el ramal más cercano de la gran muralla china. Si se va con la idea de encontrarse con un simple muro, la construcción no resulta ni mucho menos decepcionante. Es más, a medida que se sube por sus empinadas cuestas, es imposible no preguntarse cómo se ha logrado levantar esta construcción. Si las dinastías chinas tomaron tanta molestia en edificar este coloso -que por cierto, según parece, no se ve desde la luna-, ello implica al menos que la amenaza de los pueblos de Mongolia y Manchuria era muy seria y probablemente también que en el interior del imperio había cosas de un valor tal que merecían esa defensa. En el punto de mayor altura visitable, la muralla se divide en varios ramales y se pierde en todas direcciones adaptándose a los contornos montañosos más sinuosos y accidentados. Unas bocanadas de aire puro y el bus de vuelta.

En el extremo norte del segundo anillo se encuentra el gran de templo del Lama. Las salas exponen todo tipo de estatuas de buda, desde las más pequeñas hechas de metal, hasta el gigante Sakyamuni en pie, esculpido en una sola pieza de madera de sándalo de 26 metros de altura (por cierto infotografiable). Cada sala está vigilada por uno o dos monjes que pasan el tiempo leyendo o charlando entre ellos en idioma probablemente tibetano. Las inscripciones en la entrada de sala también utilizan el alfabeto tibetano además de los sinogramas. Delante de cada puerta de entrada, un receptáculo negro, esférico y humeante donde los adeptos hacen sus ofrendas de incienso. Aquí dentro el tiempo ha pasado más despacio, estamos en otro siglo.

A dos minutos del templo, el hostal de viajeros. Es imposible sentirse solo en este lugar, por el que cada día circulan caras nuevas. La gente se acaba conociendo rápidamente, y por la noche se reúnen a tomar alguna cerveza, juegan al futbolín o ven alguna película en la gran pantalla de plasma. El viernes por la noche, el personal ensena a preparar empanadas chinas (dumplings) a quien esté interesado y cuando están listos, todo el mundo está invitado a comer.

El ambiente se va animando hasta que llega la hora de parar un taxi y saltar hasta una de las zonas nocturnas de la ciudad, como por ejemplo Sanlitun. De nuevo una gama de de caras de la mas variopinta, desde los ojos rasgados hasta la piel negra, pasando por todos los estados intermedios. El idioma inglés se utiliza tanto como el chino y los camareros tienen tanto trabajo como en un local español. La cosa se anima aun mas hasta que termina girando alrededor de la barra de striptease de la pista de baile del Kai, local de baile algo cutre pero ya mitificado en este continente. Las caderas se dejan llevar sensualmente por los sonidos electrónicos y las luces intermitentes. Podría tratarse de cualquier otro lugar en el mundo, la diferencia solo se nota al mirar a los ojos.

En el 13 Club, garito de estilo rockero, uno tampoco se siente desubicado. El futbolín, el billar, la barra, la sala de conciertos y el plato de cacahuetes que acompaña a las jarras fresquitas podrían engañar si el rock que suena de fondo no se cantara en idioma chino. Cultura de bar en estado puro.

Después de un domingo necesariamente tranquilo, la nueva semana empieza de manera artística. Huenhuen y Jingjing me han propuesto visitar el distrito 789, un conjunto de edificios industriales reconvertido en ciudad de las artes. Es una autentica miniciudad repleta de galerías de arte, de esculturas y en general de creación. Llevaría 3 días visitarlo todo pero unas horas bastan para hacerse una idea.

La ciudad aspira a cualquiera hacia su inercia. La guía turística ya fue relegada a un segundo plano por las personas y los planes que van surgiendo día a día. Sin embargo, aun queda tanto por asimilar...

No hay comentarios:

Publicar un comentario